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Competencia Internacional
Entrevista con Alessandro Pugno, director de «Animal | Humano»

Matteo es un joven que sueña con ser torero profesional; Fandango es un becerro que nace en un criadero de toros para competición. Ambos personajes, cuyas vidas están espejadas, se encontrarán en un mismo lugar: frente a frente en una plaza. El italiano Alessandro Pugno es director, fotógrafo y poeta, afincado en España. Entre sus obras destaca A la sombra de la cruz (2013, 28° Festival), documental sobre los niños cantores que aún hoy viven en el Valle de los Caídos, antiguo Mausoleo de Francisco Franco. Animal / Humano, que participa de la Competencia Internacional, es su primer largometraje de ficción.
¿Cómo llegaste al mundo de la tauromaquia y qué aspectos te interesaba retratar de él? ¿Te gustaría seguir indagando en ese universo?
Todo empezó un día que por azar vi una foto en internet que retrataba a un torero haciendo un gesto de arrepentimiento frente a un toro. Descubrí al poco tiempo que se trataba de un fotomontaje, pero esa imagen me despertó muchos interrogantes acerca de la empatía hombre-animal. Entrevisté a varios alumnos de escuelas taurinas, visité ganaderías de toros bravos y descubrí un mundo antiguo, arquetípico y a la vez paradójico, ya que la existencia de la tauromaquia choca con fuerza con una sensibilidad siempre más viva en la sociedad actual hacia los derechos y el sufrimiento de los animales. Me di cuenta entonces de que contar la historia en paralelo de un torero y un toro podía convertirse en la instantánea de una época de cambio de valores. Y, a la vez, en una fábula universal sobre la muerte y la compasión.
Las vidas de Matteo y de Fandango están registradas de formas muy distintas, pero se entremezclan de manera natural tanto en imagen como en la misma historia. ¿Cómo fue el proceso para generar ese efecto y ese paralelismo entre ambos?
La guionista Natacha Kucic y yo empezamos a diseñar un paralelismo entre el hombre y el animal a partir del guion. Un paralelismo que sin embargo no se basara en “lo narrativo” (o por lo menos en mínima parte) sino en unas vivencias que ambos creemos son universales para humanos y animales. Me refiero a la separación de nuestras madres, el miedo a la muerte, la amistad y la soledad. A la hora de filmar, un reto importante era el de crear un marco estético común: quise usar el cuatro tercios, para huir de lo paisajístico y centrarme en los protagonistas y en su mundo interior, encerrarlos en un espacio acotado, que fuera una metáfora visual de sus vidas apresadas por un destino común.
Por momentos los animales parecen entrenados y, por otros, la forma de retratarlos se asemeja a un documental. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
Creo que nunca se rodó una película teniendo como protagonista a un toro bravo. Por suerte me acompañaron el mayoral Juan Quiñones, que también se interpretó a sí mismo en la historia, y el veterinario Alberto Ariza, dos personas que conocen como nadie el comportamiento del toro bravo en el campo. Yo quería estar cerca de los animales, no filmarlos con teleobjetivos como en un safari, y Juan y Alberto dieron la oportunidad y la seguridad para hacerlo. He aprendido a montar a caballo, he estado mucho tiempo con los toros, los he observado durante horas sentado en un árbol con ellos, he intentado sentir con ellos. A un becerro ciego que la madre rechazó lo criamos a biberón. Todo lo que está filmado es real y a la vez estaba concebido de antes.