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Entrevista con Anahí Berneri, directora de «Elena sabe»

Entrevista con Anahí Berneri, directora de «Elena sabe»


La hija de Elena ha muerto pero la hipótesis del suicidio le resulta inverosímil. Elena tiene Parkinson; cada paso es una lucha con su cuerpo. Aun así emprende una investigación en busca de la verdad que se transforma en un viaje por sus recuerdos. Elena sabe es la adaptación al cine de la novela homónima de la escritora argentina Claudia Piñeiro. Forma parte de la Competencia Internacional y fue dirigida por la cineasta y guionista Anahí Berneri, conocida por una filmografía que aborda cuestiones de género con una mirada realista e intimista. Entre ellas, Un año sin amor (2005, 20° Festival), Encarnación (2007), Por tu culpa (2010), Aire libre (2014) y Alanis (2017). Además, es docente de la ENERC y de la Universidad Nacional de las Artes.


Participaste de la escritura del guion de Elena sabe. ¿Cómo fue el proceso de adaptación de la novela y cómo pensás esa relación siempre compleja entre el cine y la literatura?

Adaptar Elena sabe fue un gran desafío. La novela de Claudia Piñeiro transcurre durante un viaje en tren en el que su protagonista repasa la vida que tuvo con su hija y se pregunta por las causas de su muerte. La estrategia del viaje nos obligaba a construir peripecias innecesarias y apelar a cortes temporales y espaciales que podrían resultar bruscos para el espectador. Es por esto que con Gabriela Larralde planteamos una estructura circular, donde los ejes narrativos de la novela (la investigación, el viaje, los recuerdos de la madre y el duelo) se ordenan de forma orgánica e íntima a través de la búsqueda de respuestas a la muerte de Rita.

El punto de vista de Elena es un elemento clave en la película. ¿Cómo lo pensaste y lo trabajaste para darle forma desde lo cinematográfico?

La película tiene un único punto de vista, el de Elena, presente en todas las escenas. Nos planteamos contar desde su mirada esquiva, propia de no poder levantar su cabeza ni escudriñar en los ojos de quienes ella sospecha como culpables de la muerte de su hija. El de Elena es un punto de vista que nos conduce por el relato como si estuviésemos en su cabeza, viendo sus fantasmas y conviviendo con sus dificultades físicas y sus miedos. Una suerte de multiverso que es el tiempo del duelo de una madre.

Como en todas tus películas, lo físico, el trabajo con el cuerpo de las actrices, es acá fundamental: ¿cómo trabajaste esto con ellas y cómo abordás el trabajo de dirección de actores?

El trabajo con el cuerpo en el cine siempre ha sido una de mis obsesiones, pero nunca me había enfrentado a un trabajo tan grande de composición como el que Mercedes Morán hizo para la película. Sin su entrega y sin vencer las barreras que tantas veces tenemos las mujeres al contar el paso del tiempo y exponernos fuera de los cánones de belleza, la película hubiese sido un fracaso. En los ensayos trabajamos la forma de caminar de Elena, la cabeza siempre agachada y las limitaciones que el Parkinson conlleva. Contamos con la ayuda de médicos, la observación de pacientes y también de la coreógrafa Diana Szeinblum. Desde la puesta en escena trabajamos para que los movimientos lentos de Elena no ralenticen el relato, evitando los planos generales y poniendo el foco en el cuerpo. Abordar la dirección de actores con dos actrices como Érica Rivas y Mercedes Morán siempre es un privilegio. En el trabajo de lectura de guion compartimos las experiencias personales y familiares que nos disparaba la historia, y creo que esto fue muy importante para construir con verdad la difícil relación madre-hija que cuenta Elena sabe.