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Entrevista con Cecilia Kang, directora de «Partió de mí un barco llevándome»

Entrevista con Cecilia Kang, directora de «Partió de mí un barco llevándome»

En las películas de la directora argentina de ascendencia coreana Cecilia Kang suelen convivir esas dos culturas que se funden en su identidad. Así ocurría con su primer largometraje documental, Mi último fracaso (31° Festival, 2016). Y también con Partió un barco de mí llevándome, donde una joven integrante de la comunidad coreana en Argentina sufre una crisis de identidad luego de leer una serie de relatos de mujeres que fueron secuestradas y convertidas en esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial.


Así como la protagonista se ve interpelada al leer estos testimonios, supongo que te debe haber pasado lo mismo al enterarte de esta práctica. ¿Cuál fue tu primer acercamiento al tema y qué te motivó a desarrollarlo en una película?

En 2013 tuve la oportunidad de asistir a una charla que dio Kim Bok-dong, una superviviente “comfort woman”. Esta mujer anciana, con rasgos tan similares a mí, contó cómo a sus 15 años la subieron a un barco que emprendió un viaje a un destino no elegido. Nos habló de cómo la violaban más de 20 veces al día. De otras mujeres que vio morir a su lado. Habló de la culpa que sintió cuando finalmente pudo regresar a su casa, pero otras no. Y de la vergüenza infligida por una sociedad hacia ella, que la hizo callar hasta los 60 años. Este testimonio fue demoledor. Hasta ese momento, desconocía completamente esa porción de historia tan atroz. Durante muchos años traté de autocensurarme la idea de hacer una película sobre esto, porque sentía que no tenía las herramientas suficientes para poder abarcar ese tema. Pero la imagen de ella seguía muy presente en mí. Ese fue el puntapié, ver cómo podía hablar de ese tema desde acá. Con lo que yo era, con las herramientas que tuviera.

Nuevamente, como lo habías hecho en tu ópera prima, reflexionás sobre los mandatos y roles femeninos en la comunidad coreana en Argentina. ¿Estas reflexiones están contempladas desde el principio del proyecto o van apareciendo inconscientemente a medida que vas haciendo la película?

Temas como el rol de la mujer y los mandatos en la sociedad me obsesionan desde chica. Más viniendo de una familia coreana, creciendo con dos culturas a la vez, comparándolas, negándolas, contradiciéndolas. Son temas que me tocan de manera personal. Con mis documentales trato de ponerlos en un plano concreto, como un objeto de estudio. Más cuando una tiene que salir a buscar financiación y tiene que poner en palabras lo que necesita que le financien. Pero luego en el hacer soy una persona más sentimental, la película me lleva por otros vértices que si tuviera que ponerlos en palabras me costaría mucho. Hay realidades que me devuelven, me educan, mucho más de lo que yo podría imaginar. Y de ahí quizás entender un poco más sobre esos temas. Todas las reflexiones se materializan con la película terminada. Por suerte, no tengo ninguna respuesta concreta de nada. Pero sí muchas reflexiones.

¿Cómo fue el trabajo con la protagonista? ¿Y cómo fue acompañarla en un viaje tan importante para ella y para su historia familiar?

Melanie fue un flechazo al corazón. Luego de conocerla cambió el rumbo y la forma de la película. Y luego pasó la pandemia. Durante el aislamiento, tuve muchas charlas con ella. Lo que empezó siendo un trabajo de “investigación” se convirtió en un espacio de intimidad muy profundo. Pero fue a su vez un trabajo muy divertido, de poder reírnos de nosotras mismas. A pesar de tener experiencias de vida distintas, compartimos muchas cosas que quizás con otras personas no. Estoy infinitamente agradecida por esa posibilidad que se nos dio, de confiar cada una en la otra. Viajar con ella a Corea fue una experiencia muy intensa. Si bien llegamos con un guion y un plan de rodaje porque teníamos muy pocos días, teníamos una constante sensación de estar perdidos y maravillados, en ese lugar nuevo, desconocido. Y era verla a ella habitar esa experiencia. Pero, por otro lado, fue una forma muy mágica y silente de atar muchos cabos de ese entramado complejo e intenso que veníamos tejiendo.