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Competencia Argentina
Entrevista con Germán Scelso, director de «El empresario»

En 1976, el ejército libera a un empresario secuestrado por una organización guerrillera. El mismo día, uno de los guerrilleros es desaparecido. Años después, Germán Scelso, director del documental e hijo de aquel guerrillero, se reúne con el hijo del empresario. Antes de El empresario, que integra la Competencia Argentina, Scelso realizó el cortometraje El engaño (2009) y los largometrajes La sensibilidad (2012), El modelo (2013) y Córdoba sinfonía urbana (2017, 32° Festival), que se han exhibido en festivales como FIDMarseille y Bafici, entre otros.
El empresario aborda una historia directamente vinculada con la tuya y la de tu familia pero lo hace de una manera indirecta. ¿Por qué decidiste abordar este episodio desde el punto de vista de la familia del empresario?
Las historias familiares pueden ser un bodrio, pero también un sujeto etnográfico apasionante. Como en todo, depende del punto de vista. El empresario es la tercera película de una saga de cuatro, y mi historia aparece más en otras, aunque siempre desviando la mirada. En un principio pensaba que el objetivo de la saga era perfilar al padre desaparecido, pero me fui dando cuenta de que su personaje era solo una excusa para retratar al mundo. Un punto de vista inesperado, o incómodo, provoca conocer y entender más.
Hay una cuestión clave para el cine documental que cobra muchísimo peso en esta película: la relación entre el documentalista y los sujetos que retrata. Considerando la complejidad que esa cuestión (ya de por sí compleja) tiene en El empresario, ¿cómo pensás vos esta cuestión como documentalista y cómo fue en este caso el acercamiento y el proceso de trabajo junto a las personas que participan de la película?
En ficción es igual. Si tenés que contar esta historia con actores y actrices tenés que plantearte las mismas cuestiones éticas. Otra cosa es si en un formato hay más o menos peligro de incurrir en problemas legales o policiales, o si quienes practican uno u otro son más o menos conscientes de sus actos. Con la familia del empresario pasó que, al encontrarnos, cada uno iba con sus precauciones, porque el sentido común nos ubica en zonas que nunca deben tocarse. Al romperse el estereotipo, se abre un espacio de encuentro.
Además de trabajar con las entrevistas, incorporaste numerosos materiales de archivo y también tu voz como narrador. Teniendo en cuenta que fuiste también guionista y montajista de la película, ¿cómo tomaste la decisión de trabajar con estos materiales y cómo fue cobrando forma la estructura de la película a partir de todos ellos?
En principio lo único claro era el impulso de querer provocar este encuentro, y lo filmé. El archivo, frente a cámara, apareció después, cuando me enteré de que la empresa donde trabajaba el empresario había sido un taller gráfico muy grande y muy popular, y entonces eso hizo asomar otra línea narrativa que repetía el contrapunto que hay entre los personajes y quien filma: por un lado materiales gráficos teñidos de azul, por el otro los teñidos de rojo, y esta idea simple hizo aparecer otra, la de que el encuentro con ellos tenía que ocurrir en blanco y negro. Así la escritura de montaje va tomando forma a partir de entrelazar nuevos objetos y nuevos sentidos, como mi voz en off y la voz en off del empresario, la música, el empresario-cineasta en sus películas Super 8, las manos que cuentan tramas y subtramas a modo de un titiritero, etc.