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Autoras y Autores
Entrevista con Lisandro Alonso, director de «Eureka»

Dividida en tres partes diferenciadas pero conectadas, Eureka, la nueva película de Lisandro Alonso que forma parte de la sección Autoras y Autores, se focaliza en la vida de personajes que intentan salir adelante en una reserva indígena de los Estados Unidos. Alonso estudió en la Universidad del Cine. Su primer largometraje, La libertad (2001), se estrenó en el Festival de Cannes, al que volvió en 2004 con Los muertos. También dirigió Fantasma (2006), Liverpool (2008) y Jauja (2014, 29° Festival), con la que regresó a Cannes.
Una parte de Eureka trabaja sobre el relato de época, algo que ya habías hecho en Jauja. En ambos casos, aunque de diferentes formas, lo hiciste a partir de miradas ajenas y hasta extranjeras que terminan jugando un rol importante en relación con el vínculo que los personajes van creando con la gente que se cruzan, el paisaje que atraviesan y el territorio en el que transcurre la acción. ¿Cuáles son las razones por las que decidiste seguir explorando esos puntos de vista?
La película es una observación sobre la forma en que somos representados, específicamente como fueron representados los nativos norteamericanos a través del género internacionalmente difundido y conocido como el western, donde habitan miles de clásicos como John Wayne, Clint Eastwood, Sergio Leone, Tarantino, John Ford, y muchísimos más. En realidad, todo ese aparato monumental e industrial que generó enormes cantidades de dinero y trabajo, ¿contribuyó en algo con los protagonistas de esa época, con los que habitaban esas películas? ¿Los hombres y mujeres de esos pueblos de frontera eran realmente como se los veía en esas películas? ¿Cuáles eran sus dificultades diarias y cuáles son las de hoy en día? ¿Cómo viven los que primero pisaron suelo americano y sus descendientes? En base a estas preguntas y otras, fue que decidí seguir explorando eso que inicié con Jauja.
De la misma forma, tanto Jauja como Eureka sostienen sus relatos en recursos propios del western, género de origen cinematográfico usado para crear una determinada épica histórica. ¿Qué posibilidades encontraste en la caja de herramientas del western que te llevaron a volver a recurrir a ella? ¿Cuál es tu vínculo con el género?
El género inconscientemente siempre habitó en mi órbita. Un hombre solo busca su destino contra un entorno que lo margina y le es adverso. Esa definición podría aplicar a cada una de mis películas. Se ve que lo han insertado en mí culturalmente. ¿Por qué alguien como yo, hijo de un pampeano y de madre con padres españoles, decide y siente que hacer un western forma una idea imprescindible para realizarse como cineasta latinoamericano? Es una pregunta que me hago a diario. Quizás lo que más me interesó al abrir esa puerta que titulé Eureka fue la experiencia de viajar y empatizar con la reserva Pine Rigde, en Dakota del Sur, Estados Unidos. Quizás luego también me interesó el hecho de poder adentrarme en el Amazonas y analizar los contrastes de una cultura y otra, y poder hacer conexiones audiovisuales entre las diferencias climáticas, de sus rituales diarios. Y también poder reflexionar sobre cómo vivimos en Latinoamérica, donde siento que nos contamos sueños a diario, pensando que algún día podrían volverse tangibles. Y donde, pese a todo, seguimos agradecidos de que el clima nos permita seguir respirando.
Se trata además de tu primera película rodada fuera del país, aunque elegiste una temática que, si bien aborda cuestiones propias de la historia de los Estados Unidos, tiene inevitables y numerosos puntos de contacto con nuestro propio relato histórico. ¿No era posible contar eso mismo en un contexto argentino? ¿Cuáles fueron las razones para anclarla en otro lugar?
Fue por la casualidad del destino que acepté unas becas de estudio y desarrollo entre Nueva York y Boston. Entonces me trasladé a Estados Unidos con mis hijos por una cantidad de meses suficiente que me permitió pensar trasnochadamente: si tuviera la posibilidad de filmar en Norteamérica, ¿a dónde me gustaría llevar la cámara, micrófonos y a mis compañeros de equipo ? Le pregunté a Viggo Mortensen, protagonista de Eureka, si conocía a alguien que viviera en alguna reserva y rápidamente me puso en contacto con la familia Lone Hill. Me tomé un par de aviones, alquilé un pequeño auto y a la semana ya estaba involucrado con la dura realidad que respiran esas personas desde hace cientos de años. Podría haber sido igual de casual que si estuviera pasando algún tiempo en el Chaco paraguayo, pero a mí me agarró cerca de los Lakota. La casualidad misma. ¿O quizás el inconsciente de las películas de vaqueros me llevó hacia ese extraño y desafortunado lugar? Todo formó parte de una gran experiencia, eternos años de trabajo interrumpido. Espero que lleguemos a asociar conclusiones inciertas. Bienvenidos a Eureka.