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Competencia Latinoamericana

Entrevista con Diego Revollo, director de «Llaki»

Entrevista con Diego Revollo, director de «Llaki»

Como estar sumergido en el agua: así describe el director Diego Revollo la sordera que comienza a aquejarlo sin mayor explicación. ¿Puede el cine convertirse en una forma de sanación? Llaki integra la Competencia Latinoamericana y retrata los viajes del director a la comunidad Lunlaya en busca de respuestas. Revollo es licenciado en Dirección de Cine y su ópera prima, Sol Piedra Agua, fue la representante de Bolivia en los Premios Goya 2017 y en los Platino 2018. Fue parte del equipo de dirección de También la lluvia, Blackthorn y La reina del sur.


¿Cómo fue tu acercamiento a la comunidad Lunlaya y por qué decidiste hacer esta película junto a ellos?

La primera vez que fui a Lunlaya fue en 2011; mis padres me habían hablado mucho sobre los Kallawayas y yo tenía un particular interés en conocer cómo es que estos maestros usaban las plantas sagradas. No sabía con qué me iba a encontrar; recuerdo que un niño en bicicleta nos guiaba por un camino de montaña, y llegamos a una casita al borde del camino con muchas plantas y flores. Al conocer a Aurelio y a Justina sentí que se trataba de gente sabia y generosa. Al presentarme como cineasta, me contaron que ya habían participado en otras películas hechas por visitantes, pero me dijeron que los procesos siempre eran superficiales y que había mucho que abordar. Es así que empecé a visitarlos más seguido, llevé a mucha gente, amigos y familiares que necesitaban sanación o simplemente desconectarse de sus vidas urbanas. Después de ocho años de videos, fotografías y audios, encontré la razón de ser de este largo viaje.

Desde la realización se evidencia el intercambio y el trabajo colectivo. ¿Cómo fue el proceso de realización junto a la familia Ortiz Ramos?

Es un regalo que la familia Ortiz Ramos se haya abierto al proceso de hacer la película. Aurelio Ortiz es un Kallawaya muy respetado y está consciente de la importancia de generar materiales documentales sobre la cultura Kallawaya, la cual ha sido siempre transmitida de manera oral. Justina Ramos es una partera muy querida y solicitada en toda la Nación Kallawaya, siempre nos recibió con mucho cariño y con mucha comida, nos deja llamarla mamá. Los niños Melisa y Juan nos mostraron siempre una cara fresca y genuina de cómo era vivir en esas montañas; ellos también son conscientes de lo afortunados que son de pertenecer a su cultura, y al mismo tiempo son los más conectados con el mundo moderno citadino, la comunicación con ellos siempre fue fluida. Hicimos entrevistas, unas más casuales y otras más formales, nos dejaron participar de diferentes rituales y momentos importantes e íntimos. Los considero mis amigos y siempre estaré agradecido con ellos.

Llaki se aleja del documental etnográfico más convencional; su estructura es mucho más abierta, se incorporan distintos materiales, hay también una dimensión autobiográfica que es central. ¿Cómo pensaste estas decisiones que tienen que ver con lo cinematográfico, pero que también hacen al sentido que la película propone?

Hay muchos documentales etnográficos convencionales del extraño que va a una comunidad a filmar con distancia y utilitarismo algo que no entiende. Llaki para nosotros es distinto, siempre fue claro para mí que no pertenecía a ese lugar, pero finalmente creo que desde mi condición pude acercarme a construir una relación familiar con los Ortiz Ramos y con el espacio Kallawaya. De cualquier manera las relaciones de poder en el cine son evidentes y no puedes ocultarlas. En el momento en que enfermé, vi una posibilidad de entrar a la película y de establecer un punto de vista más honesto con ella. Al ser paciente y realizador, pude contar mi historia, la de mi familia y una parte de la historia de Lunlaya y los Ortiz Ramos. Fue mucho más orgánico recurrir a la narración en primera persona y al material de archivo, y renunciar a hacer una película histórica sobre la nación Kallawaya. Llaki es una película subjetiva, sensorial e íntima sobre la relación con estas personas y mi proceso de sanación personal, familiar y cultural.