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Competencia Internacional

Entrevista con Marco Panatonic, director de «Kinra»

Entrevista con Marco Panatonic, director de «Kinra»

El cineasta peruano Marco Panatonic realizó los cortos Cuando ya no estemos aquí (2016) y Q’ellucha (2017). También participó en La final (César Venero, 2014) y Heroínas (Marina Herrera, 2022) y fue parte de la coproducción Fiebre (2022), de Elisa Eliash. Kinra, su primer largometraje, es la historia de una migración como tantas en Latinoamérica, del campo a la ciudad. Su protagonista deja las montañas en busca de una vida mejor, pero el viaje se convierte en un regreso al origen y una reivindicación de la propia identidad. La película es parte de la Competencia Internacional.


Kinra se corre del retrato estereotipado y simplista que muchas veces suele hacerse de los pueblos andinos, ¿cómo pensaste esto desde el guion?

El lugar desde donde nacen proyectos con intenciones, afanes, búsquedas de registrar o retratar lo andino, los pueblos andinos, los pueblos originarios o indígenas, mayoritariamente suele ser desde la clase media/alta citadina. Incluso desde capitales de provincias, que tienen acceso al cine y recursos, en mayor o menor medida, para gestionar un proyecto cinematográfico. He nacido allí donde hemos grabado la película, en la casita del primer plano. Me reconozco como quechua y desde esa conciencia identitaria he pensado un proyecto y he escrito el guion, pero no fue un guion cerrado sino que fue cambiando en el proceso de ejecución del proyecto. Cuando elegimos a las personas que interpretarían a los personajes el guion cambió, tomé en cuenta sus experiencias y su personalidad para que fueran parte de la película. Los diálogos en el rodaje no buscaban repetir el guion, todo cambiaba, pero siempre estábamos dentro del universo que nos representaba. 

Para esto también es clave el trabajo de y con tus actores. ¿Cómo fueron la búsqueda y el proceso junto a ellos para la construcción de los personajes?

Quería hacer la película con no actores. Involucramos a muchas personas quechuahablantes en la convocatoria actoral, tanto en Cusco como en Chumbivilcas, siempre comunicándonos en quechua. Al inicio dudaba de nuestras capacidades y sentía que debía extenderme en ensayos por meses. El vínculo más cercano es que hablamos el mismo idioma, podemos reconocernos en muchos aspectos en nuestro propio idioma. Dos meses antes del rodaje ya estábamos todos en Cusco, ensayamos en los lugares donde teníamos pensado grabar y les pedí que vieran películas en las que podían reconocerse. También le pedí a un joven actor peruano, Jesús Colque, protagonista de la película Manco Capac, que se reuniera con ellos para que les contara su experiencia. La experiencia de vida de las personas quechuahablantes está marcada por el racismo, el clasismo de nuestro país en primer lugar. Muchas de las ideas que están en la película tienen que ver con cómo sobrevivimos, cómo es nuestra vida cotidiana, y entender este contexto es necesario para la construcción de los personajes. 

El paisaje (tanto rural como urbano) y cómo acompaña el desarrollo del conflicto del protagonista es fundamental en Kinra. Y la forma en que se trabaja le escapa también a la representación pintoresquista, “de postal”. ¿Cómo trabajaron esta dimensión espacial?

Estamos ligados a la tierra, a la agricultura, y esa dimensión se obvia por las ideas filantrópicas sobre lo indígena originario, una mirada que traduce una cultura para reportajes, proyectos artísticos, etc. Cusco es una ciudad turística y las imágenes que se generan buscan blanquear toda la complejidad de su gente y su dinámica. En Los ríos profundos, Arguedas escribe: “El Cuzco de mi padre, el que me había descrito quizá mil veces, no podía ser ese”. Vivo en la Margen Derecha en Cusco, un barrio peligroso a los ojos de las personas que viven en el centro. Ese cotidiano debía estar en la película, esas calles y montañas, mi gente. Tanto en Cusco como en Chumbivilcas, los espacios son lugares por donde camino, conozco y me muevo. El equipo de fotografía acompañó el objetivo de alejarse de una composición convencional, porque incluso la cámara ya nos daba una imagen muy limpia. Necesitaba que nuestra vida y los lugares en los que vivimos estuvieran tal y como son: precarios: sin maquillaje.