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Competencia Estados Alterados

Entrevista con Martha Mechow, directora de «Losing Faith»

Entrevista con Martha Mechow, directora de «Losing Faith»

La joven directora alemana da detalles sobre una de las películas que forman parte de la Competencia Estados Alterados; una fábula feminista, festiva, que reflexiona sobre los mandatos sociales y la maternidad, con ingenio, profundidad y, sobre todo, con un ánimo irreverente que hace estallar los límites del relato.


Lo performativo tiene un visible peso en la película; considerando también tu experiencia en el ámbito teatral, ¿cómo entendés la relación entre el cine y el teatro?

Ambos son medios en los que el arte puede tener lugar en lo interpersonal; eso es lo que me gusta de ellos. Aparte de eso, no se me ocurre nada mejor que definir la relación entre cine y teatro por sus diferencias. Entré en el Volksbühne am Rosaluxenburg Platz de Berlín cuando tenía 15 años. Al principio, trabajé como actriz. Pero cuando tenía 18 años me convertí en escritora y directora. El teatro fue una escuela dura y no siempre fácil para mí. Es la mayor pérdida de control que jamás haya experimentado. Libera un monstruo; no puedo decirlo de otra manera. Lo que me gusta de esto, pero al mismo tiempo me resulta difícil de soportar, es que el producto final no se puede manipular. Si alguien no se siente cómodo en el escenario, tiene miedo o no le gustan sus líneas, todos lo verán. Ni siquiera tenés que entender la obra para eso. ¡De esta manera, las condiciones de trabajo están siempre visibles! Como directora, esto me obliga a ocuparme constantemente de mi propia práctica de una manera muy productiva. En el cine, el director tiene el poder final de interpretación a través del proceso de edición. Por eso uso este medio más para inquietudes personales, como una especie de autotratamiento. Básicamente, editar una película es como una psicoterapia casera: volvés a las mismas imágenes e intentáas construir un contexto, crear significado.

Losing Faith es una película muy libre desde el punto de vista narrativo y formal –el guion, las actuaciones, la cámara, el montaje–, y al verla se percibe cierto grado de improvisación. ¿Cómo fue el proceso de rodaje y en qué momento considerás que la película encontró su forma?

Soy disléxica y absolutamente dependiente de la palabra hablada. Esto es lo que me llevó al teatro cuando era niña. Hoy mis dificultades para leer y escribir me limitan menos. Aun así, no ha cambiado mucho la forma en que abordo un texto. Para esta obra, por ejemplo, no existía guion. En cambio, nos contamos la trama una y otra vez. Entonces mi idea original pasó por cada boca varias veces. Y, como todos sintieron la necesidad de hacerla suya, se convirtió en “nuestra” película. Entonces, con mucha imaginación, todos los involucrados dejaron una semiótica “yo estuve aquí” en la narración. Por cierto, muchas de las actrices se han contactado con nosotros a través de carteles que hemos colocado en la ciudad. No había mucha información, solo “busco actores para una película sobre la maternidad” y una dirección de correo; eso era todo. Quienes nos respondieron tenían sus propias ideas sobre cómo debería verse la película. Pero, al mismo tiempo, siempre hubo confianza en mí, lo que me animó a asumir la dirección.

La película problematiza los roles de género pero lo hace de un modo poco habitual, escapándoles (volviendo a la pregunta anterior) a las restricciones formales. ¿Cómo pensás, como directora, esta relación entre forma y contenido?

Formalmente, no quería ser una burócrata que hace que todo encaje dentro de estructuras predefinidas. Mi trabajo como directora no es hacer regulaciones. Nadie tiene por qué tener la misma opinión o un gusto similar. ¡Los enfoques pueden diferir! Siempre he creído que el interés de todos los participantes en los temas tratados será suficiente para mantener todo unido. El resultado de tal proceso no es uniforme ni mercantilizado, y en algunos momentos sacrifica cierta perfección cinematográfica. No se trata entonces de un compromiso, sino de la convicción de que la forma nunca debe ser más fuerte que el contenido.